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Stave
Vai en Buenos Aires La
gran siete!!! ¿A
Steve Vai? ¿Estas
seguro, papá? Como quieras... ¿Invitás vos? ¡Listo! No
hay nada mejor que ir a ver un buen show, en un excelente lugar con buenas luces
y, por sobre todas las cosas, buen sonido. Steve Vai se hizo presente en Buenos
Aires para presentar “The Seventh Song”, su último disco, que es una
recopilación de baladas incluidas en sus discos anteriores. Muy casualmente
estas mismas ocupaban el track número siete en sus discos y entonces esta
coincidencia dio paso a... ¡Título facilista! Cuando
el Gran Rex quedó a oscuras por completo, la banda completa de Vai ya estaba en
el escenario. Paso siguiente, mientras arrancaba esa aplanadora que no dejó de
voltear muñecos durante dos horas y media, el mago de la guitarra salió
vestido lleno de luces que titilaban, las más impresionantes eran las que
estaban en sus dedos en forma de anillos. Imagínense: luces apagadas y un
“loco” que no paraba de mover sus dedos (luces en este caso) al compás de
“Here I am”. El show en sí, tuvo poco de temas lentos, Vai se encargó de
hacer mover varias cabezas. ¿Hay
algo para decir nuevo sobre este genio? Delante de mis ojos había un tipo que,
aparte de tener buenos discos, había estado de gira a los 18 años junto a
Frank Zappa que fue uno de los tres mejores guitarristas de la historia. Como si
fuera poco, anduvo por ahí con un par de desconocidos: Van Halen, David Lee
Roth y Alice Cooper (N del Ed: y no nos olvidemos de Devin Townsend!). Como si
esto todavía no bastara, fue alumno de Joe Satriani y cumplió con la premisa “el
alumno debe superar al maestro”. Y si con esto no les alcanza, escuchen
sus discos que ahí demuestra su esencia. La
banda que acompañó a Vai fue un relojito. No hubo ningún exceso ni ningún
solo de parte de alguno, cosa que hubiese recibido con los brazos abiertos. El
encargado de los teclados improvisó “La Cumparsita” (EL tango) en un
bandoneón, algo que recibió una merecida ovación. Fueron pasando Aching Hunger, The Blood And Tears, Angel Food y la archiconocida “For the love of god” por decir algunas. La nota de color la dio un pibe que levanto un cartel como si estuviese en “La movida del verano” que decía “Is my birthday”, a lo que Vai contestó con un estrechón de manos y una púa para el envidiado cumpleañero. Lo único que tengo para reprochar es que no se haya animado a cantar más canciones, ya que para hacer un show íntegramente instrumental, hay que saber manejar los tiempos y los estados de ánimo de un espectáculo. El
espectáculo no tuvo muchas sorpresas y no creo que valga la pena entrar en la
discusión clásica del frío de los virtuosos, porque con este grande no corre,
porque a su virtuosismo le agrega pasión y Vai no sólo maneja la velocidad de
sus dedos sino que aprovecha cada centímetro de su guitarra. Y, por sobre todas
las cosas, es un estudioso de su intrumento y del sonido. De paso, Vai es un actor. Un súper actor. Maneja no solo el lenguaje de la guitarra sino tambien el corporal. Cada nota que toca es un gesto, una mueca, un salto. Lo que logra transmitir es que sus MUCHAS notas por segundo no son para avivar giles, para tocar para la tribuna, sino que el mismo se conmueve. Y, creánme, se nota. Pablo
Mileo |
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