Queens of the
Stone Age > junto a Taura, Sauron y Natas > 14.01.01 en
Cemento, Buenos Aires. Argentina.
Quién hubiera
imaginado ver a las Reinas de la Edad de Piedra en Buenos Aires? Casi
nadie... pero dicen que las cosas pasan por una razón. Será por eso
que Josh Homme y Nick Oliveri exhumaron ese monstruo de arena y viento
fabricando una muy extraña versión de Kyuss, paradigma de la banda
de culto, que resultó demonizada y exhalada estallando desde el más
profundo hueco de la negación. Porque lejos parecen estar los lugares
comunes que tan bien los hubieran descripto años atrás: ya no queda
en ningún desierto ni una pizca de polvo en que reflejar tal
aseveración. QotSA nació sucia, excediendo su propia forma, negándose
sin vacilar a recobrar su pasado.
Claro que lo de QotSA
fue el cierre del una fiesta (stoner?) que había comenzado algunas
horas atrás... Taura
abrió el show con su muestra de rock bastante heavy -cuarteto de
stoner podríamos llamarlo- con las siguientes particularidades: Lars
Rosemberg (ex Entombed, Therion... y actual Furcas) en el bajo y
Gabriel (Sandiablo) con el tan buen trabajo al que nos tiene
acostumbrados en voces, plasmando canciones tan personales como Rompeviento,
entre otras. Les siguió Sauron
interpretando temas de sus dos discos tales como Imaginate sin ella
o La oscuridad violentándose en esa vena heavy sabbathera algo
oscura, que golpea y aporta buenas dosis de color con sus solos,
algunas zapadas, teclado hecho pasión en escena y voces desgarradas
(hablando de sentimiento, Gabriel subió a participar en una de las
canciones).
Pero de todas las
predecesoras a QotSA, Natas
fue sin dudas la más esperada, a juzgar por la cantidad de gente que
se acercó a escucharlos y aclamar cada canción. Esta vez el set fue
más corto de lo habitual en la banda (no hubo canciones de 15
minutos!) e incluyó proyección de imágenes en una pantalla al fondo
del escenario (agua, aceite y demás fluidos de diversa densidad que
se flagelaban en formas sin forma). Un viaje que comenzó con una
intro casi irreconocible, ascendiendo impura y extasiosa, con los
teclados 'a lo Beggars' a full a cargo de Pablo Catania (Ex-Temple,
actual Quemar) en la
magistral y retorcida Bodokentorten. Le siguió Meteoro 2028,
hasta ahora la canción más festejada en todos los shows de la banda
que arranca desde muy abajo con todo el groove del Pastor. Patas de
Elefante, un tema nuevo que suelen tocar desde mediados del año
pasado es una máquina. La presición de Waldo -baterista, uno de los
mejores castigando platillos- no se puede creer. Claudio -bajista,
asesinando espectadores, amenizando el show con sus comentarios y negándose
una vez más a cantar bien alto- y Sergio -guitarrista y vocalista
(ja, ja...)- con su puntillosa ejecución donde cada nota se prolonga
hasta el infinito. Ciudad de Brahman, un instrumental de neto
corte progresivo, la auténtica sinfonía del stoner. Le siguió otro
de los temas nuevos, El Cono del Encono (y este?) más
tranquilo -más psicodélico?- y con líricas ('en la montañaaaaa...'
al fin una!). Para finalizar con Corsario Negro, una canción
que aunque todavía no está editada, va en camino a convertirse en
otro clásico de Natas, auténticos moradores de las rutas del rock,
donde nada se termina sino que se transforma traspasando los límites
de lo esperado.
La odisea comenzó
con rituales no tan habituales... una pequeña prueba de sonido, un
sonidista con trenzas encargado de hacer sangrar los oídos -esto se
cumplió al pie de la letra- y un técnico ultimando detalles y...
clavando unos inciensos donde luego se apostarían cada uno de los músicos...
El domingo 14 de enero de 2001 será recordado como el día en que
bastante más de 300 personas perdieron la audición al menos por unas
horas o -y esto es lo más relevante- la noche en que Kyuss
pareció retorserce desde sus cenizas y en la voz de Josh
"mi mejor amigo es satán" Homme,
su indiscutido talento como guitarrista y la furiosa interpretación
de Nick "nunca
estoy sobrio" Oliveri
tanto en bajo como en voces que -y esto es lo raro- tocaron Supa
Scoopa and Mighty Scoop (del disco Sky Valley, 1994), sin la
magia intacta -para qué engañarnos-, extrañando la formación
original pero con toda la rabia de siempre y el convencimiento de
estar participando de un hecho irrepetible.
El resto de la banda
no es la gran cosa aunque cumple bien: un baterista -Nick
Lucero- limitado (aún comparándolo con Alfredo Hernández) y
un tecladista-guitarrista -Dave Catching-
cuyo mayor mérito-novedad es la utilización de una guitarra slide. Y
el resto son canciones. Porque no podemos hablar de zapadas e
improvisaciones con Queens of the Stone Age.
No. O al menos eso creíamos -aunque intuíamos- hasta el domingo por
la noche cuando pudimos verlos por primera vez -o segunda si contamos
lo de Maiden- vez en suelo argentino. Sin anticiparse, salen a escena
y estalla Cemento saltando en la cornisa de Avon.
Empiezan a tocar y -una vez más- a pesar de la excelente performance
que quiso mostrar la banda, el sonido no es el mejor en este local.
Siempre saturado y violentamente fuerte. Nunca claro y mucho menos
entendible... como que un cubo de hormigón y el acondicionamiento acústico
son los más acérrimos enemigos.
Partiendo del hecho
que el último disco de QotSA es difícilmente digerible y -porqué no
decirlo- raro: Homme y cía. haciendo esa mezcla de rock rabioso con
algo de punk con otro poco de grunge que quieren etiquetar como stoner
-restringido para (casi) todos, en todo lugar todo el tiempo- no
cierra si consideramos los antecedentes. A pesar de la pompa con la
que parte de la prensa (y algunos bocones que se subieron al carro de
la tendencia, incluso hablando de psicodelia...) anunció el inminente
estrellato de los terribles muchachos de Palm Springs. Pero en vivo es
algo muy diferente. Las canciones se llenan de una fuerza que no hubiéramos
imaginado escuchando el disco. Catorce cachetazos con forma de canción
más un bis inolvidable. Y así se sucedieron como dagas en el medio
de la frente, temas de las dos placas de la banda -la primera,
autotitulada Queens of the Stone Age y Rated R, la última- Feel
Good hit of the Summer, canción que abre el segundo disco
y en la que -raro mundo del metal- participa Rob
Halford en coros, una vulgar demostración de... excesos: "Nicotine,
Valium, Vicodin marijuana, Ecstasy and Alcohol...
Co-co-co-co-co-co-cocaine". La archi punk Quick
and to the Pointless gritando "Aún no sé que
estoy haciendo acá... Yeah, yeah, yeah, yeah". Una
alucinada-alienada Monters in the parasol,
Leg of Lamb confesando "Soy
un pecador", una ezquizofrénica interpretación de Tension
Head "Me estoy sintiendo tan enfermo, tan
malditamente enfermo, en el piso del baño", Ode
to Clarissa, una lado B nuevamente en la voz del terrible
Oliveri sorprendiendo -sin desnudarse- a cargo de las líricas de más
canciones que el propio Homme, susurrante pero a la vez sumido en una
especie de epilepsia instrumental con su guitarra. Better
living through chemistry, The Lost
Art of Keeping a Secret, You Think
I Ain’t Worth A Dollar, But I Feel Like A Millionaire una
rareza que sacaron de las Desert Sessions, entre otras... El ya clásico
Regular John del primer disco
inmerso en sílice caldeado, If Only...
Finalizando con una larguísima versión de You
can't quit me baby con duelo de bajo y guitarra incluido,
solos del increiblemente talentoso Josh, superflúos instrumentales y
varios amagues de final que mantuvieron al borde del suicidio a más
de uno. Hasta abandonar el escenario y regresar a los pocos minutos
con el momento más secretamente esperado por el público y reviviendo
aunque sea por unos instantes a la bestia Kyuss
que marcó el fin para -sin dudas- una de las visitas del año que
recién empieza. Y así fue como, convocados en este hervidero eléctrico,
uno por uno exorcizaron sus demonios, esos mismos que tanto se habían
negado a cantar, sangrando libres los despojos de sus brillantes
sonrisas. No, Josh... gracias a vos.
>> Demon
Cleaner
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